A LA MUÑECA DE TRAPO

(Nouvelle en espagnol)

 

Del techo de la tienda de juguetes La Muñeca De Trapo cuelga un gran cartel que reza así, en grandes caracteres: “35 años de Mariquita Pérez” seguido de un eslogan más pequeño que añade : “ Mariquita Pérez, la muñeca de nuestra infancia “. El escaparate de la tienda se destaca sobre una gran cortina blanca que oculta el trasfondo, poniendo así de manifiesto el universo de Mariquita Pérez que la propietaria se dedicó a recrear con particular esmero. Logró reunir allí ejemplares raros, pidiéndolos prestados a coleccionistas privados e incluso a Museos de Juguetes Antiguos.

 

A la izquierda del escaparate se abre el baúl de viaje de Mariquita, forrado de la celebérrima tela a rayas blancas y rojas, alineando en su interior vestidos de la muñeca : uno de organdí blanco con sus merceditasde piel, otro a cuadros con los zapatos que hacen juego ; más lejos posa una Mariquita vestida de vichy rojo y blanco, luciendo lazos en el pelo con coquetería. Atrás modelos de la muñeca en traje de invierno o en vestido de playa con sus gafas de sol de carey invitan a la evasión y al ensueño mientras que en la parte derecha se recreó un mundo de Mariquita Pérez más próximo a la realidad : Mariquita maestra, en familia con su hermano Juanín bebé, atareada ante el fogón de su cocinita. Incluso figura un hospital de muñecos con una cama en la que yace un espectacular Juanín de cara deformada y abollada cuidado por una Mariquita Pérez solícita, vestida de enfermera.

 

No pocas son las niñas que se detienen a contemplar fascinadas el escaparate para mayor regocijo de las madres. En el interior de la tienda una niña acaba de escoger una muñeca ; se la había prometido su madre con motivo de su cumpleaños. Mientras la dependienta termina de envolver el paquete, deja pagar a su madre, se aproxima a la cortina blanca, la corre un poco para volver a contemplar de más cerca las muñecas del escaparate. Su mirada se eleva, se posa más allá del cristal y exclama :

 

-    ¡ Mamá, una señora llora, allí fuera !

 

-     ¿ Cómo que una señora llora ?

 

Intrigada la madre levanta los ojos del paquete y se acerca a su hija.

 

-          Es verdad, comenta en voz alta, esa mujer detrás del escaparate está llorando.

 

La propietaria se reúne con ellas y, tras observar a la mujer por cuyas mejillas corren gruesas lágrimas, se dirige hacia la puerta, sale, habla un momento con ella, la coge suavemente del brazo y regresa con ella al interior de la tienda.

 

-          Pase, pase, Señora, tranquilícese. Venga, siéntese.  Prosigue dirigiéndose a la dependienta pidiéndole : Teresa, ve por un vaso de agua para la señora.

 

La chica vuelve en seguida con el vaso :

 

-         Beba, le sentará bien.

 

La mujer va bebiendo el agua a sorbos y va reponiéndose.

 

-         ¿ Se siente mejor ?, inquiere la propietaria.

 

La mujer sonríe dejando intuir que sí, lo que le invita a preguntar :

 

-         Ahora, nos contará qué le pasó, ¿ No? Menuda sorpresa tuvimos al verla llorar ante  la exposición.

 

-          No lloro por la exposición, que de veras es una preciosidad, se disculpa la mujer.Lloraba por Juanín, por mi Juanín.

 

-         ¿ Su Juanín? ¿ Usted tiene uno parecido?

 

 -        No, uno parecido, no ; el Juanín del escaparate, el de la cara destrozada, es el mío, es mi Juanín.

 

-         ¿ Quieres decir que es tu muñeco?, insistió la niña.

 

-     Eso es, es mío.

 

-   Expquenoslo, porque no entendemos cómo puede ser, procediendo éste de unMuseo de Juguetes que ni siquiera pudo decirnos nada de su origen.

 

-         Es una vieja historia, pero no me equivoco, este Juanín es el mío ; ahora comprenderán ”.

 

Se le nubló otra vez la vista pero se recompuso algo y empezó a contar.

 

-        Mis padres me lo regalaron cuando cumplí nueve años ; yo era hija única y quisieron darme una sorpresa con motivo de mi cumpleaños ; mis padres solían mimarme mucho. Se habían casado cuando la primera República, contra la voluntad de mi abuelo. Don Mauro, que era un terrateniente acomodado y pudiente en la región esperaba un mejor partido para su hija - mi padre era maestro. Al año de estar casados nací yo. Junto a la euforía del momento yo vine a colmar su felicidad. Pero aquello no duró mucho. Durante la República mi padre había contribuido a alfabetizar a campesinos y a obreros pobres que no sabían leer ni escribir y a pesar de las intervenciones de mi abuelo para que siguiera ejerciendo su profesión después de la guerra, hubo viejas rencillas y le denunciaron como maestro progresista, lo que, en aquella época, significaba ser rojo. Se fue al monte con otros compañeros y allí se escondió como pudo en chozas de pastores, pero no había una semana sin que los soldados vinieran a casa a interrogar a mi madre para encontrar su paradero.

 

Me acuerdo que lo peor de aquella época eran las noches. Solían irrumpir en cualquier momento del día o de la noche ; pero de noche sus visitas intempestivas se mezclaban de manera espantosa a ruidos de pasos que no se podían identificar en la oscuridad, a gritos de alto, a disparos que me atemorizaban y que Remedios, la vieja criada que había acompañado a mi madre cuando ésta se casó lograba ahuyentar a duras penas. Se reunía conmigo en la cama, me acariciaba suavemente el pelo y me canturreaba una nana que por fin me adormecía. Pero una noche el bullicio fue tanto que me despertó sobrecogida y como Remedios no estaba, tras un momento de vacilación, me atreví a bajar a ver qué ocurría. Me paré en el umbral de la cocina, petrificada por lo que veía : un soldado zarandeaba a mi madre, sacudiéndola por el brazo instándole a confesar el zulo de mi padre mientras Reme le suplicaba para que dejara en paz a la señorita, tratando en vano de interponerse entre el oficial y mi madre. Le dio una bofetada tal que le hizo perder el equilibrio a mi madre, la cual cayó llorando en brazos de la mujer. Entonces fue cuando él me vio en el umbral de la cocina, se acercó amenazante hacia mí, y en el momento en que retrocedí para tratar de ocultarme, me asió por el brazo, tirándome fuertemente y preguntándome :

 

-        Y tú ¿qué miras ? Seguro que nos vas a decir dónde está tu papi, ¿eh?, amenazó triunfante.

 

 Me acuerdo del grito suplicante que dio mi madre :

 

 -      Deje en paz a la niña, por favor, ella no tiene ninguna culpa , ¡ déjela por favor !

 

 Entonces la voz de Remedios se elevó y nos salvó inesperadamente del mal trance :

 

 -         No creo que a don Mauro le agrade enterarse de que usted molestó a su nieta.

 

El soldado se paró en seco, se volvió hacia atrás, la miró desconcertado y bruscamente, me soltó. Pero cuando se volvió hacia mí, divisó al muñeco con el que había bajado y depositado al lado de la puerta y lleno de rabia contenida le dio un enorme puntapié que le mandó a estrellarse contra la pared. Corrí hacia Juanín : tenía la cabeza destrozada y abollada del golpe que le había dado el soldado.

 

Al día siguiente, vino mi abuelo a recogernos y a llevarnos a su casa ; quise llevar a Juanín pero se opuso diciéndome que me compraríaotro. A las dos noches de estar en casa de mi abuelo, los soldados capturaron a mi padre ; lo pillaron en el monte. No volvimos nunca a nuestra casa y no supe nada más de Juanín. Hace unos años mi madre me confió que un hombre le había relatado lo que le pasó a mi padre cuando su captura y me lo contó.

 

Lo condujeron a una vieja casa destartalada, aislada a la salida del pueblo. Allí lo golpearon y lo torturaron para que confesara los escondites de sus compañeros. Algunos días después, detuvieron a un chico que había sido alumno de mi padre, un tal Lucas. Llevaron a éste al cuarto donde estaba mi padre, exhausto tras las largas sesiones prolongadas de interrogatorios y de torturas. Mi padre tenía el rostro tumefacto, casi no pudo levantar la vista hacia Lucas cuando éste entró. Con un empujón lo sentaron a la mesa donde estaba mi padre, enfrente de él y le preguntaron :

 

 -         ¿ Sabes escribir ?

 

-         Sí ” contestó el chico “ Don Mateo me enseñó.

 

-         Mateo,  le interrumpió un alférez, Nada de don, ¿ eh ?,  y al mismo tiempo sacó una hoja de una carpeta que había en la mesa.

 

-          Vamos a ver, prosiguió tendiéndole la hoja y un lápiz. Escribe tu nombre.

 

El joven no se inmutó ante la rareza de la petición, se acomodó mejor en la silla y comenzó a trazar las letras de su nombre, aplicándose con toda su alma, por el maestro,  por no defraudar a mi padre. Apenas terminó, el alférez le cogió la hoja y se puso a estimar el trabajo : en el papel aparecía Lucas en grandes letras destacadas.

 

-        Bien, bien, muy bien, dijo guiñándole un ojo cómplice a un compañero suyo.

 

Ahora vamos a hacer un dictado ; seguro que el maestro te los ponía de vez en cuando. Pero primero ¡ Manualidades ! ¿ No serás tan bestia que no sabes reconocer un rectángulo de un círculo ? El joven asintió con la cabeza.

 

-         “Bueno, recorta un rectángulo en este cartón.

 

Le acercó un pedazo de cartón, sacó una tijeras de un cajón y se las tendió. El joven vaciló un instante, como si dudara de las intenciones del soldado. En fin, ante las tijeras suspendidas en el aire, se decidió, las asió y se puso a recortar el cartón con la misma minuciosidad anterior. Iba a depositarlas en la mesa cuando le interrumpió el alférez.

 

-         No, no pongas las tijeras en la mesa ; para terminar tu trabajo, tienes que hacer dos agujeros, en los ángulos de arriba y pasar esta cuerda por ellos atándola bien apretada. El joven prosiguió su tarea con esmero y cuando hubo terminado, el oficial que no había dejado de observarlo, añadió :

 

-         Ahora, te dicto yo.

 

El chico alzó la cabeza y esperó a que comenzara el dictado.

 

-    Ro...jo ...,  pronunció el otro destacando las sílabas,  de...mier...da, continuó.

 - Perfecto, interrumpió rápido acelerando la broma. Como lo hiciste muy bien, ahora vamos a dar un paseíto para recompensarte.

 

Como si los otros soldados no esperaran sino aquella señal, se abalanzaron sobre mi padre, lo cogieron por debajo de los brazos y precipitadamente lo llevaron fuera seguidos por más soldados empujando a Lucas que se puso a caminar sosteniendo el cartón que había hecho. A unos metros de la casa, había un viejo roble partido en dos. Llegados al tronco le pidieron a Lucas que se recostara en él y que sostuviera a mi padre. Le arrancaron la pancarta y la pusieron al cuello de mi padre. Le contaron a mi madre que cuando dispararon, ambos cayeron al suelo en los brazos el uno del otro, unidos en la muerte. Ella no supo más de ellos, ni del lugar adonde fueron a parar ; sólo me dijo que de vez en cuando se atrevió a depositar algunas flores silvestres al pie del árbol. Pero ella no supo nada más ; no pudo aguantárselo y al cabo de unos meses, abandonó la casa de sus padres y se fue a Madrid.

 

La mujer se calló perdida en sus recuerdos ; se reincorporó a la realidad secándose lentamente los ojos. Marcó una pausa y anadió :

 

-       Por eso cuando reconocí a mi Juanín en el escaparate, con su cara deformada, volví a ver a mis padres, tan felices en mi fiesta de cumpleaños, rodeándome ilusionados. No pude más y me eché a llorar. ¿ Comprenden ?

 

Las mujeres y la niña la miraban con emoción. La propietaria se apartó un momento, se dirigió hacia la cortina blanca, la corrió por completo y se inclinó sobre el Juanín mutilado. Lo sacó de la cama de hospital y lo fue a depositar en los brazos de la mujer.

 

 -         Tome, señora, es suyo ; no puedo guardarlo, le pertenece, vuelva a sucasa con él y cuídelo preciosamente.

 

Todas miraron cómo la mujer se alejaba meciendo en sus brazos su infancia recuperada.